sábado, 16 de mayo de 2009

Mi confrontación con la docencia

Soy licenciada en Ciencias de la Comunicación, egresada de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Durante mi carrera, observaba a mis profesores y durante dos años fui adjunta de dos maravillosas maestras. Son de esas experiencias que nos marcan por la entrega, pasión y profesionalismo de las titulares.
Durante el tiempo que duró la carrera, daba clases de música (música suena pretencioso, debo decir cantos y juegos) en un jardín de niños que con el tiempo creció y se convirtió en primaria; luego en secundaria y hoy ya tiene preparatoria.
En esta escuela conocí lo que es el compromiso con la docencia: la directora se encargaba de que cada uno de nosotros, desde nuestra especialidad, creciéramos como personas y como profesores.
Andando el tiempo, y después de pasar por diversos medios de comunicación escritos y radiofónicos, tuve a mis hijos. En ese momento decidí que andar correteando personalidades del mundo diplomático – esa era mi fuente periodística—no me permitiría ver crecer a mis vástagos, una hija y un par de gemelos.
La docencia se me presentó como una oportunidad para desarrollarme y una noble actividad que permite a las mujeres trabajar y atender a su familia.
Pero como toda profesión, requiere actualización. Primero regresé a la escuela de mis amores como profesora de Español en secundaria, algunas horas de cantos y juegos en jardín. En esta época tomé el curso de Nivelación Psicopedagógica en el Centro de Actualización del Magisterio. Fue maravilloso, como si siempre hubiera pertenecido al ámbito de la docencia. Me di cuenta de mis aciertos y mis errores, corregí aquéllos que pude y traté de planear mejor mis clases.
Todo fue empezar: después vino un curso de Programación Neurolingüística y Educación, otro de Coaching educativo.
Finalmente, cuando ingresé a la Unitec, participé en diversos cursos de formación docente, que me impulsaron a tomar una maestría en la especialidad.
No todo ha sido coser y cantar. La tecnología se me había negado –o yo me había negado a ella—hasta hace dos años que inicié los estudios de posgrado. Todavía me maravillo cuando la computadora hace lo que yo quiero sin sobresaltos; cuando nos podamos comunicar desde tan lejos; y cuanto más la conozco, más me convenzo que es un camino, de entre tantos otros, que podemos elegir para profesionalizarnos.
Aunado a lo anterior, la destreza digital de los alumnos es superior a la nuestra. Eso ocasiona cierta minusvalía cibernética entre los profesores, quienes nos sentimos torpes frente a ellos.
Yo los y las invito a ver esta oportunidad de formación como una verdadera opción de crecimiento: la tendencia mundial es a desarrollar el mayor número de cursos en línea, y mientras mejor preparados estemos los docentes en este camino, mejores oportunidades tendremos en nuestra vida profesional.
Hasta la siguiente.

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